Semana 18 – Chile otra vez…

El Chalten ya se convertía en un recuerdo y el viaje en colectivo a Los Antiguos algo que queríamos olvidar. A las 7 a.m. llegamos a la terminal, todavía sin luz solar. Con María sabíamos que no nos quedaríamos allí. La idea era cruzar a Chile en el transcurso del día ya que nuestro host nos recibiría en la noche recién. Entonces, junto con Pin, Fati y Rafa decidimos esperar en la terminal hasta que se hiciera de día. Aprovechamos para hacernos una siestita. Un rato después, llego un minibús chileno que ofrecía llevarnos a Chile Chico (CLP$5.000; ARS$100). Todos subieron. María y yo nos quedamos para seguir a dedo. En primer lugar, me parecía súper caro pagar eso por 13 km.

Los Antiguos es una ciudad que se encuentra al norte de la provincia de Santa Cruz, a orillas del lago Buenos Aires. Se la conoce como la capital nacional de la cereza. Es una ciudad relativamente chica, aunque tiene cosas para ofrecer a los turistas. El nombre resulta un poco peculiar y como me llamaba la atención busqué en internet el porqué.

Los Antiguos recibe este nombre porque muchos siglos atrás era el lugar al que iban a pasar su vejez los ancianos patagones, en su mayoría ahónikenk. El nombre en lengua nativa era: i-keu-kenk, que se traduce como “mis antepasados”.

Desde la terminal de colectivos, caminos un poco con las chicas, María y Pin, para ir en búsqueda de un lugar dónde encontrar internet y desayunar algo. Cuando vivís viajando, te olvidas un poco del calendario y casi nunca se sabe bien qué día es y mucho menos la fecha. Con esta ignorancia, llegamos no solo un domingo temprano en la mañana, sino que también un 1 de mayo. Día feriado y no trabajable en casi todos lados.  Preguntamos en una estación de policía si podíamos guardar nuestras cosas allí para ir a caminar más livianas y ayudar a Pin a buscar su hostel (ella no iría a Chile con nosotras). La respuesta fue un rotundo NO, porque si llegaba a pasarle algo a nuestras cosas ellos no querían ser responsables. En mi opinión, mucho no podía pasarles ya que supuestamente estarían en el lugar más seguro de la ciudad, pero bueno, así de colaborativos son ellos.

Después de desayunar y hacer un poco de tiempo (ya era mediodía), decidimos seguir camino. Nos despedimos de Pin y nos dirigimos a donde pensábamos era el mejor lugar para hacer dedo. Allí estuvimos un buen rato, unos 40 minutos tal vez, hasta que paró una camioneta con un matrimonio de ancianos que iban rumbo a Chile Chico. Subimos, hicimos los papeles de migración y, 20 minutos más tarde, ya estábamos en nuestro destino.

Chile Chico es una ciudad con tamaño similar a Los Antiguos. Podríamos decir que son ciudades hermanas por su cercanía y similitud. De igual manera, se encuentra a orillas del lago. El lago Buenos Aires del otro lado de esa línea imaginaria que llamamos frontera cambia su nombre a lago General Carrera. La ciudad tiene un microclima        por el cual casi todos los días son días de sol. Así como Los Antiguos, esta ciudad chilena también vive del turismo entre otras cosas. Uno de los principales atractivos son las cuevas, catedrales o capillas de mármol (se las conoce con todos esos nombres).

Nosotras llegamos varías horas antes del horario pactado con nuestro host. Lo primero que hicimos fue buscar algo rico para comer. Encontramos un lugar con unas empanadas muy ricas (una de las mejores empanadas chilenas hasta el momento). Como la sueña nos pareció muy buena onda, le preguntamos si podíamos dejar nuestras mochilas allí, mientras íbamos a comer sus empanadas en la costa del lago. Muy amablemente nos dijo que sí. Nos fuimos a disfrutar del hermoso día de sol y de la belleza del lago. Vimos a la gente subir a la barcaza para cruzar el lago, caminamos por el centro en búsqueda de un café y nos mandamos una linda siestita bajo el sol en la plaza. Como somos buenas para hablar, nos concentramos tanto en eso que nos levantamos del banco y caminamos sin darnos cuenta de que dejábamos atrás el termo para el mate. Tres cuadras después me di cuenta, pero cuando volví a la plaza que estaba casi desértica como la ciudad en general, mi termo ya no estaba más. Las cosas materiales van y vienen así que ojalá la persona que se lo haya llevado lo disfrute tanto como yo.

Varias horas después volvíamos a la casa de las empanadas para buscar nuestras cosas y esperar un poco más allí. El sol ya se había ido y la temperatura bajó mucho. Algo que nos llamó mucho la atención fue la nube de humo que cubría toda la ciudad. Para nosotras era un incendio, pero nos explicaron que es por el abuso de las chimeneas y cocinas a leña. Contaminación.  Mientras esperábamos resguardadas del frio en el local de las empanadas, nos pusimos a hablar con la señora, quien sabe mucho de la cocina. Nos comentó como ella elije una dieta casi vegetariana, y no por creencias, pero sí por salud. Creo que le dio pena la historia del termo así que nos calentó agua y nos prestó el suyo para que tomemos unos mates mientras esperábamos a Andrés. Ella dejó abierto el local un rato más solo por nosotras.

En eso llega Andrés, nuestro host a buscarnos. Lo primero que nos dice es que qué hacíamos ahí con una señora tan antipática como ella. Ahí me di cuenta de cómo cambian las percepciones de un ser a otro. Para con nosotras fue la persona más amable de todas, pero parece ser que con ellos no. En fin, emprendimos camino a nuestra nueva casa. ¡Y qué casa! Cuando íbamos llegando a Chile Chico, al costado de la ruta, María ve una casa que le gustó mucho. Una cabaña muy linda con mucho vidrio por donde entra la luz solar y rodeada de árboles. Esa era la casa que nos recibía.

Andrés nos resultó una persona reservada puesto que no hablaba mucho, pero nuestra deducción fue que era su personalidad nada más: callado, tímido sin mucho qué decir, salvo que se le pregunte. Igualmente, fue muy amables con nosotras y nos brindó parte de su hogar para poder descansar y relajarnos.

El segundo día de nuestra estadía fuimos a caminar por la zona menos urbanizada de Chile Chico para terminar en el lago y pasear por su orilla. Fue muy agradable. Los álamos creaban un marco de color amarillo, dándole ese toque otoñal al camino. Este camino que elegimos nos llevó por entre las parcelas hasta el lago. El General Carrera es el segundo más grande de América del Sur y el primero en Chile. Sentarse a contemplarlo resulta una actividad interesante y relajante. Es casi imposible no hacerlo.

Luego de recorrer la ciudad, que por cierto no es tan grande, volvimos a la casa para preparar la última cena. El día siguiente, a las 8 de la mañana, teníamos pasaje de barcaza para irnos a Puerto Ibáñez y desde ahí a Coyhaique. El viaje en esta embarcación es muy lindo, dura unas dos horas y media. Lo bueno de haberlo hecho en esta época fue que pudimos apreciar el nacer del sol entre los fiordos que habitan el gran lago, apreciar como minuto a minuto el cielo iba cambiando su color. Dentro de la embarcación los asientos son muy cómodos, hay calefacción y una cantina con precios muy accesibles para arrancar la mañana con un rico desayuno.

Nuestra idea seguía siendo la de viajar a dedo. No sabíamos cómo eran los lugares que nos esperaban al bajar de la barcaza así que arrancamos a preguntar a los camioneros antes de bajar. Observamos y analizamos las opciones de vehículos que había y decidimos arrancar a preguntar, uno por uno si era necesario, desde atrás donde se encontraban los camiones. La suerte una vez más estuvo de nuestro lado y a la primera persona que preguntamos nos dijo que sí.

Unos minutos antes de bajar subimos nuestras cosas al camión y nos acomodamos para partir. El camionero iba con rumbo a Coyhaique, nuestro destino. ¡Qué casualidad! Así arrancamos a recorrer la tan popular y nombrada Carretera Austral.


Carretera Austral.

Ésta es la ruta nacional 7 de Chile. Recorre desde la zona sur a la zona austral del país, es decir, une las ciudades de Puerto Mont y Villa O’Higgins. Esta ruta presenta un recorrido muy variado ya que hay tramos urbanizados, sectores rurales, partes que pasan dentro de un parque nacional, otros en los que una barcaza es necesaria, zona de fiordos. Si yo pienso en el tramo que recorrí, la puedo describir con colores: el verde el más representativo. Los bosques llenos de vida te invitan a recorrerlos.

La carretera se puede recorrer en varios tramos:

  • Tramo 1 / Puerto Montt-Chaitén
  • Tramo 2 / Chaitén-La Junta
  • Tramo 3 / La Junta-Coyhaique
  • Tramo 4 / Coyhaique-Cochrane
  • Tramo 5 / Cochrane-Villa O’Higgins

En mi caso, solo recorrí una pequeña parte, con la idea de volver algún día a hacerla completa. Nuestro recorrido arrancó en Chile Chico con rumbo a Coyhaique pasando por Puerto Ibáñez. En Coyhaique pasamos dos noches. Es una ciudad grande. La primera en la que de verdad me sentí fuera de Argentina.

Desde Coyhaique, hicimos dedo hacia el norte. El destino no importaba mucho. A los cinco minutos para un profesor de educación física, que andaba recorriendo la zona. Con él conocimos una zona de bosques y cascadas, Puerto Aysén y todo el camino hasta el cruce de la ruta que va a Puerto Cisnes. Allí parecía que no pasaría ni un alma para ayudarnos, junto con esto, la idea de que estábamos literalmente en el medio de la nada. Por suerte el tercer auto que pasó, que por cierto era el único que iba más allá de 3 km al norte, nos llevó. Con ellos conocimos (incluso creo que la palabra conocimos queda grande, pasamos sería ideal) el Parque Queulat, Puyuhuapi, y La Junta. Es este último lugar pasamos la noche.

Al día siguiente, salimos a la ruta nuevamente llenas de esperanza y sin rumbo fijo. Teníamos dos opciones que nos venían bien: Chaitén o Futaleufú. El auto o camión que parase decidiría nuestro destino. Futaleufú fue la elección. El camino hacia esta ciudad es como todo camino cercano a la cordillera: lleno de vida. Es una zona más bien rural, donde se pueden observar muchos animales en la ruta, que por cierto es de ripio. Otro gran atractivo es el río Futaleufú, con su hermoso color azúl y su gran caudal.

Una vez que llegamos a Futalufú buscamos un lugar para almorzar y para pensar que haríamos. Al día le quedaba todavía un poco más de luz solar. Tal vez podíamos llegar a Argentina nuevamente donde podíamos conseguir alojamiento a través de couchsurfing. Y así fue. Dejábamos la Carretera Austral para volver a mi querido país.

Este paso por Chile fue bastante corto en comparación al anterior. Es una región que sin dudas merece la pena ser conocida. Hacerlo a dedo, los días que estuvimos nosotras, no era bastante fácil ya que el flujo del tránsito es bajo y las temperaturas muy poco agradables para acampar en cualquier lugar. Mi conclusión es que recorrerla en un vehículo propio es lo ideal. Así que volveré para hacerlo de esa manera.